Estación Terminus: Un café solo

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A B.M., por la inspiración.


Abro los ojos una vez más y de nuevo maldigo el día. Ese montón de horas en las que todo es una comedia zafia y cruel, una pantomima grosera, un absurdo. ¿Qué extraña fuerza es la que impulsa a un hombre, actor recluta, a despertar cada mañana y salir a escena? ¿Por qué no seguir durmiendo? ¿Qué incomprensible motivo nos induce a no cerrar los ojos para siempre, a seguir esperando? Toda la vida no es más que una larga y penosa espera para el definitivo sueño final. Eso es todo. No hay finales felices. ¿A qué imbécil se le pudo ocurrir semejante broma de mal gusto?

Bebo un trago de vino caliente, y lo escupo sobre la acera. Hace frío, es otoño; aquí siempre es otoño. Las calles son desagües por los que corre la muchedumbre y que no van a ninguna parte; ríos que desembocan en puertas cerradas, en habitaciones vacías. Bien, tengo un billete arrugado en mi bolsillo y toda la niebla de Londres en los ojos. El mundo es un tipo con chaqueta gris y sombrero de ala ancha que siempre me da la espalda. Le apuñalaría a gusto, al mundo, justo en medio de su columna vertebral, hijo de una mala puta, si aún tuviera rabia; pero no me queda, nada, y el alma no fía.

Entro en una cafetería en la que huele a urgencia mundana. La multitud se aparta, me abre paso, como el Mar Rojo ante un Moisés sin pueblo judío, camino del Sinaí de la barra. El milagro es cotidiano, en todos los mares, todos los días. «Buenos días», miento, y no hay zarza ardiente, ni mentira amable de vuelta, ni un qué desea, caballero; sólo una cabeza que se alza levemente, en un gesto interrogante y censor a la par. Yo soy un extraño, un pelo en la sopa. Y sólo quiero un café. Solo y cargado. Tengo un billete, y le enseño. Hay un buen montón de ojos vueltos hacia mí y mi billete arrugado; ojos que reprueban, esperando entre cruasanes y leche tibia el momento de perderse por sus desagües y esconderse tras sus puertas blindadas.

El café, violento aterrizaje, nuevo agravio, sabe a alcantarilla de gran ciudad. Tiene un mensaje, el café: «no eres bien recibido, lárgate», y me lo grita en el paladar. No es casualidad, lo sé. Y protestaría, sin duda, montaría un escándalo, —¡pero qué porquería es esta!—, si me quedara rabia aún; sangre. Pero qué importa. Llueve sobre charcos. Una batalla que ya perdí antes un millón de veces. Capto el mensaje. Recojo mis monedas y me despido. Siento en mi espalda los alivios, las murmuraciones. Al tipo del sombrero gris no le gusta ser molestado. Si no tienes, definitivamente, el valor para apuñalarlo, aléjate de él cuanto puedas.

Me siento en un banco del parque entre sauces llorones —sarcasmo natural— con una caja de vino caliente en el bolsillo del abrigo. Sigue haciendo frío. Bebo un largo trago y espero, otro día más, serena derrota, a que llegue una noche menos.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cuanta verdad!

Un texto estupendo sobre la desesperanza, un buen resumen ese de: "al tipo de traje gris no le gusta ser molestado".

Qué arte tienes denunciando, criticando, mostrando lo que se trata de esconder.

Mi aplauso, Terminus.



Anónimo dijo...

"Entro en una cafetería en la que huele a urgencia mundana. La multitud se aparta, me abre paso, como el Mar Rojo ante un Moisés sin pueblo judío, camino del Sinaí de la barra. El milagro es cotidiano, en todos los mares, todos los días. «Buenos días», miento, y no hay zarza ardiente, ni mentira amable de vuelta, ni un qué desea, caballero; sólo una cabeza que se alza levemente, en un gesto interrogante y censor a la par. Yo soy un extraño, un pelo en la sopa. Y sólo quiero un café. Solo y cargado."
Terminus, este sólo párrafo hace que valga la pena leer todo el cuento, aunque hay muchos como ese en el relato. Admiro tu estilo elegante y metafórico, ojalá yo pudiera escribir así.
Besos,
Blanca



Terminus dijo...

Muchas gracias, Inma, sabes cuanto agradezco tus opiniones... y tus aplausos. ;)

Un abrazo.



Terminus dijo...

Hola Blanca.

Sabes que el texto (no más que una simple reflexión, un apunte...) surgió tras leer otro que tú escribiste... (las siglas de la dedicatoria no son casualidad, sino gratitud ;)
Siempre encontré interesante el personaje del mendigo, del vagabundo, y no puedo evitar recurrir a él en ocasiones, aunque sólo sea, como aquí, en un simple esbozo.
Eso de "ojalá yo pudiera escribir así..." demuestra tu humildad, pero no creo que tú, precisamente, tengas nada que envidiar; aunque, como no, me halaga tanto que no sé qué decir.
Te sigo leyendo.

Un abrazo.



Anónimo dijo...

A mí también me gusta escribir de seres desadaptados, son personajes interesantes, escribir de locos, vagos, manicomios, cementerios, enriquece mucho la narrativa y permite divagar junto con ellos. En cuanto a los halagos, sería de nunca acabar, pero digamos que me impresiona la gente que puede usar ese tipo de metáforas como la que mencioné anteriormente, eso del Moisés estuvo buenísimo, y cuando te decía lo de aprender, es literal. Aprenderé a utilizar ese tipo de metáforas, me gustan y quedan muy bien en el contexto apropiado.
Un fuerte abrazo,
Blanca



Anónimo dijo...

Otro paseo por tu blog y otra agradable sorpresa. El ambiente, los olores, las sensaciones se apoderan del lector desde la primera hasta la última línea. Precioso, triste pero precioso.
Espero impaciente el próximo relato.
Suel.



Terminus dijo...

Sí, estoy de acuerdo en que, aunque manidos en ocasines, ciertos personajes pueden dar mucho de sí.

Gracias de nuevo, Blanca, y un abrazo.

(Disculpa el retraso, me es realmente difícil ahora mismo conseguir tiempo para ciertas cosas.)



Terminus dijo...

Te agradezco mucho la visita y el interés, Suel.
Me alegra que te guste. Ya dije más arriba que en realidad el texto dista mucho de ser un relato, más bien es un cuadro. El próximo será un poco más largo, lo prometo.

(Añado un enlace a tu (vuestro) blog. Seguid así.)

Saludos.



Isabel Barceló Chico dijo...

Me ha gustado mucho el post. Encuentro que resulta equilibrado el tratamiento que das al personaje. El haberse resignado no le impide percibir el rechazo que su presencia genera, pero tampoco hace de ello un drama. Se ha acostumbrado. Te felicito. Saludos cordiales.



JUAN PAN GARCÍA dijo...

terminus,borralo, no te enfades;tienes razon, debi escribirlo en su lugar.saludos



Terminus dijo...

Hecho.
Siento el retraso, Juan. Y no, no me enfado, al contrario. Admiro mucho más a quien sabe rectificar que a quien nunca se equivoca...

Un abrazo.



Terminus dijo...

Gracias, Isabel, y bienvenida.
Creo que la fotografía condiciona un tanto la lectura del texto; varias personas que lo leyeron sin ver la foto dijeron sentirse identificados con el personaje... creo que ese era el trasfondo de la historia cuando la escribí: los que creemos gozar de una vida "normal" no somos, ni nos sentimos, tan diferentes de esos otros a quienes habitualmente rechazamos. Es llamativo comprobar que casi todos compartimos esa resignación y ese hartazgo al que te refieres en tu comentario.

Un saludo.



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