Estación Terminus: Minotauros de ciudad

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«¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-.
El minotauro apenas se defendió.»
Jorge Luis Borges.
“La casa de Asterión”




El sol había desaparecido ya entre los edificios.


Tumbado sobre mis mantas de cartón y con la mente nublada por el vino barato, repasaba las imágenes que, como cada noche, regresaban tercamente a mi cabeza, atormentándome. Mi más de medio siglo de historia se reduce a un puñado de recuerdos acres y tortuosos. Fantasmas que duelen como agujas clavadas en la memoria.

Primero el niño bonito, prometedor; el más listo de la clase. No mucho mas tarde, el joven alocado e imprudente. El éxito con las chicas, las fiestas, las juergas... carpe diem. Después, el amor real, doliente, que me abandonó sin piedad, secándome por dentro. Luego una boda sin amor, intento vano de recuperar un pasado derrochado. Dos hijos, pequeño oasis de felicidad y origen también de futuras y profundas heridas. La falta de trabajo, y de dinero. Y las deudas, eterno tema de conversación conyugal.
La impotencia, la rabia, la desesperación callada, silenciosa... y el alcohol. Escapar y volver de madrugada, borracho e intratable.
La vida convertida en una película estúpida e incomprensible en la que era protagonista de cada escena sin posibilidad de cambiar el guión. Una partida de ajedrez con demasiadas piezas de desventaja que no tenía ya ningún interés para mí.

Con el frigorífico vacío y las facturas impagadas acumulándose amenazadoras en el buzón llegaron las discusiones, los gritos, la brecha... y mi huida.
El despertar culpable y doloroso entre los hospitalarios pechos de una puta. Y el regreso lento, cabizbajo, carente de esperanzas y motivos. Reflejo de un alma hueca.
Un «vete y no vuelvas nunca», una puerta cerrada y una maleta. Golpes, gritos y reproches tras la madera. Y dos policías alejándome para siempre de la que fuera una vez mi casa.
Y el frío.
Mi primera noche en un portal.
Luego vendrían otras. Un mes, dos, un año... Han pasado ya tres diciembres en las calles.


En el suelo del cajero automático, lecho en mis últimas jornadas, el vino suaviza los dolores tiñéndolos de rubí, difuminándolos. Como todos los días.

Al comienzo apenas he sentido los golpes.
Hecho un ovillo sobre los cartones, tan sólo he protestado con un hilo de voz inaudible bajo la lluvia de patadas e insultos. Se han ido y mi aturdida razón aún ha sido incapaz de comprender lo que sucedía.
Ni siquiera me he movido.
Cuando a los pocos minutos han regresado, me han hallado en el mismo lugar y en idéntica postura fetal. He escuchado risas apagadas y he sentido el líquido empapando mi cuerpo.
Y ese olor penetrante del combustible.
Al entreabrir mis párpados he podido ver a uno de los chavales arrojar la cerilla encendida sobre mí...
Luego han huido celebrando su ocasional y ebrio sadismo, probablemente decepcionados por la ausencia de lamentos.
Lo he sentido por ellos. Llegado el momento, sé que también precisarán de un redentor que les libere de este laberinto del que yo vislumbro ahora la salida. Espero que tengan suerte.

El dolor ha sido intenso pero fugaz. Las llamas han convertido en humo negro las heridas más profundas. Después se han consumido, y todo ha dejado de doler.

El sol, imperturbable, asoma ya entre los edificios.

6 comentarios:

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Impresionante relato. Y actual.Uno se pregunta qué clase de mente puede concebir como única distracción asesinar cruelmente a una persona, más aún cuando son ya ancianas o desvalidas.¿Qué clase de pensamientos tendrán luego en sus camas mientras les llega el sueño? Luego, cuando les atrapan, salen miles de abogados y asociaciones de todas clases diciendo "que son menores, que la culpa es de la Sociedad", pues miren ustedes,no, la culpa es solamente de ellos, a esas edades se tiene una mente perfecta e inteligente para entender otras cosas sumamente difíciles, como son las nuevas tecnologías, y por tanto SABEN BIEN LO QUE HACEN y deberían pagar por ello. Te felicito por tu buen trabajo. Saludos.



Anónimo dijo...

Pero impresionante de verdad, hiciste un resumen que desde luego puede ser real totalmente, leí el relato como en flash back. No puedo decir si te superas o eres realmente alguien con una capacidad increíble transmitiendo cualquier problema de una manera excepcional.

Montones de felicitaciones y un beso.



Gore dijo...

Impresionante de verdad (es la palabra que más se repite),me ha encantado.Sin estridencias ni casquería barata has descrito a la perfección la situación haciéndola más próxima a cada uno de nosotros.Ya te lo he dicho en hispamp3,pero me encanta cómo escribes.Sigue así.



Terminus dijo...

Gracias, Juan:
Cuánta razón tienes... Hay adolescentes que son auténticos psicópatas, y eso no se cura con la edad. Probablemente algo fracase en esta sociedad (que, con todo, es lo mejor que conocemos) para abonar monstruos así; pero no creo que dejar impunes (o casi) sus crímenes les haga ningún bien, ni a ellos ni a nadie.

Un abrazo, Juan.



Terminus dijo...

Bueno, Inma, besos para tí también. ;)
Leiste como yo escribí, entonces. La vida del hombre «se reduce a un puñado de recuerdos», como él mismo dice y los rememora de pasada, como diapositivas.
Este suceso es real (el asesinato de una mujer en un cajero) y sucedio no hace mucho, aunque no es la primera vez que pasa algo similar. Realmente es inexplicable para cualquier persona normal entender ciertas cosas.

Muchas gracias, Inma. Seguiré intentando escribir, pese a los obstáculos. Tengo algún proyecto tomando forma... ya veremos.
Tú no dejes de pasar a criticarme (o no, según proceda) ;)
Un abrazo.



Terminus dijo...

Hola Jessica (mola más que Gore, lo siento):
Te lo agradezco mucho.
Me alegra leerte por aquí, y más si es para bien... ;)
Tu blog es una exhibición de buen sentido del humor, no son flores, te lo digo en serio; me he reído todo lo que he querido, y lograr eso sí que es difícil.
Un saludo.



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