Estación Terminus: Dos ocasos en Ecbatana

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Ante la enorme pira, el rey lloraba.

«¿De qué sirve ser el dueño de toda la tierra conocida cuando mi sino, como el tuyo, como el de todo mortal, es ser un puñado de cenizas sobre ella?
He sido víctima de mis propios sueños, tú lo sabes bien, mi buen amigo, porque también has sucumbido ante ellos.
¿Recuerdas los días en Mieza?
Ahora creo que sólo allí, en la añorada Macedonia, pudimos disfrutar de un atisbo de vida. Recibiendo las enseñanzas del viejo maestro Aristóteles; librando nuestras primeras batallas, aún ficticias y siempre victoriosas; recitando entusiasmados a Homero, viajando con Ulises o Aquiles, y soñando con emular sus épicas hazañas algún día que esperábamos con impaciencia.
Fue corta la espera, bien lo sabes, aunque nos pareciera eterna entonces.
Desde que, en Queronea, nuestras espadas derramaran su primera sangre, nunca le hemos perdido la cara a la muerte. Miles de almas le hemos enviado a la Negra Señora, y otras nos ha arrancado de nuestro lado. A ti te alcanzó ya su guadaña. Yo me asomo a las oscuras cuencas de sus ojos. Presiento, amigo mío, que tampoco será larga la espera en esta ocasión.


Hubo un tiempo en el que creí que mi corazón bombeaba la sangre de Zeus.
Reuní un ejército, llamado a adueñarse de la Tierra, y, juntos, cruzamos el Helesponto. Derrotamos a los sátrapas persas en el Gránico; liberamos las ciudades invadidas; Tomamos Mileto y Halicarnaso; atravesamos Lizia y Panfilia, y, en Frigia, partí en dos el nudo de Gordio. Vencimos al gran Darío en Iso y, más tarde, en Gaugamela, rechacé todas las ofertas que él mismo hizo para frenar nuestro ataque devastador. Se nos entregaron Fenicia y Palestina, y conquistamos Susa y Babilonia. También Egipto se nos rindió y, en el oasis de Siua, me adoraron como Hijo de Amón.
Muchas ciudades llevarán mi nombre; muchos versos se escribirán a mi mayor gloria; los poetas me llamarán el Grande, el Magno...
Me propuse conquistar el Mundo, y lo hice.


Ante tu ya consumido cuerpo, y tan cerca de consumirse el mío, confieso, Hefestión: en verdad, yo hubiera preferido ser Diógenes.»

4 comentarios:

N dijo...

Aquel gran Alejandro soñaba que quería soñar ser como Aquiles y Ulises... Gran texto para una gran figura cuya sombra aún se alarga hasta nosotros.

Un saludo =).



La Hija de Zeus dijo...

Y por mis venas corre la sangre de Zeus!! y el mundo es mio aunque solo sea en sueños..



Terminus dijo...

Hola, Angelgris.
Alejandro es uno de los personajes más fascinantes de la historia, y su sombra es alargada, estoy de acuerdo; como lo es la de Diógenes, aún más sorprendente si tenemos en cuenta que murió desnudo en un barril... ;)
Saludos.



Terminus dijo...

Hola, Zeusinha:
Eso no tendría por qué ser un problema, siempre que controles tus ataques de ira divina. ;)
Un saludo.



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