Estación Terminus: Trabajo sucio

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Bienvenidos a este humilde teatrillo ambulante, mi (vuestra) casa. Por favor, ponéos cómodos, está a punto de abrirse el telón...



ACTO I (y único)




(La escena se desarrolla en la habitación de María, en algún barrio del extrarradio de una gran ciudad. En el centro hay una cama grande, cubierta con un edredón de colores chillones y en cuyo interior duermen María y su marido, José, que ronca suavemente. La habitación está en penumbra, sólo iluminada por la luz débil de una lamparilla en la mesilla de noche, sobre la que puede verse también un despertador con grandes dígitos rojos que indican las 2:48 AM. Las paredes están cubiertas con reproducciones offset de óleos famosos: un Picasso, (tanto pudiera ser ‘el Guernica’ como ‘Las señoritas de Avignon’), un Van Gogh (digamos ‘Doce girasoles en un jarrón’), varios Miró, algún Kandinsky, y una gran lámina de ‘Las meninas’ sobre la cabecera de la cama. La ropa de ambos está cuidadosamente doblada sobre una silla a la derecha de la escena: un buzo azul lleno de manchas de pintura, una falda y una americana roja con un letrero en la solapa en donde se lee «María». A la izquierda, la ventana, cubierta por unas cortinas (a juego con el edredón), filtra el sonido de coches de una autopista cercana.

De pronto, las hojas de la ventana se abren estrepitosamente. El ruido se hace mayor y el aire agita las cortinas. Con dificultad, tirando de un ala que se le ha enganchado en el marco de la ventana hasta caer rodando por el piso, aparece un hombre alado de mediana edad, más bien poco agraciado (o feo sin contemplaciones), vestido con una malla blanca de bailarín que no puede ocultar (y al contrario, exhibe) una prominente panza peluda.)



ARCÁNGEL: (Atusando sus alas y tratando de recomponer su figura) ¡Mierda! Esto no es forma de hacer anunciaciones ni de nada. Tantos siglos de inactividad me han dejado oxidado. Si no me agarro a la ventana, caigo en picado sobre el camión de la basura. Y una vez triturado, vete tú a reclamar: que si era un ser divino, que si una pérdida insustituible, que si gaitas. ¡Si es que no sé para qué vengo! Sabiendo como se las gastan por aquí... Y no será porque no se lo he dicho, no. «Que yo no voy, que ya no tengo edad, que esos pantalones no me caben, que otra vez no, que mandes al vago de mi sobrino que no le da un palo al agua...», pero Él ni caso, que tienes que ir tú, que tienes que ir tú, y, ¡hala!, el bobo de Gabriel a hacer el trabajo sucio, como siempre. ¡Ay, Señor, Señor...! (Gruñendo y negando con la cabeza) En fin, vamos al tajo.

(Se sitúa a los pies de la cama y abre los brazos en dirección a ella. Una luz blanca y brillante va creciendo en torno a él. De pronto, rompe a toser y se lleva las manos al pecho con evidentes muestras de dolor. La luz se apaga bruscamente).

ARCÁNGEL: (Tosiendo) ¡Ay...! ¡cof, cof! Oxidado del todo, sí. Espero que no sea nada grave. No quiero ni imaginar qué sería de mí si tuvieran que ingresarme en alguno de los hospitales de esta ciudad, ¡Cielo Santo! ¡Cof, cof! (La tos se va calmando mientras se sitúa de nuevo en posición con los brazos abiertos) Debe de ser la falta de práctica.

(Ahora sí, la luz crece a su alrededor e ilumina toda la estancia. La claridad es más grande en torno suyo y en el lado de la cama en el que duerme María. La ventana sigue abierta, las cortinas se agitan y se oye el ruido de la autopista durante toda la escena. El Arcángel todavía tose un par de veces antes de empezar a hablar).

ARCÁNGEL: (Solemnemente) ¡Salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo!

(María ha comenzado a roncar también y sus ronquidos se acompasan con los de su marido. El Arcángel se acerca a la cama, coge uno de los pies de María y lo agita suavemente).

ARCÁNGEL: María... María... ¡María!

MARíA: (Bosteza y, de pronto, abre mucho los ojos y se incorpora sobre la cama) Hum... ¿Eh...? ¿Qué pa...? ¡Aaah!

ARCÁNGEL: (Volviendo a abrir los brazos) ¡Salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo!

MARíA: ¿Que el señor qué? Pero... ¿se puede saber quién es usted? ¿Y cómo ha entrado aquí?

ARCÁNGEL: Oiga, oiga, un poco de respeto, soy el Arcángel Gabriel y vengo a comunicarle un mensaje Divino.

MARÍA: ¿Un arcángel? Yo tenía entendido que los ángeles eran seres bellos y gráciles.

ARCÁNGEL: A usted quisiera yo verla dentro de un par de siglos, sin ir más lejos. Los años no pasan en balde, señora.

MARíA: Ya veo, ya... ¿Y tiene la costumbre de colarse en las casas de la gente en mitad de la noche para comunicarle mensajes divinos?

ARCÁNGEL: (Un tanto confundido) Bueno, verá... lo cierto es que hace más de dos mil años que no hago algo parecido.

MARÍA: Puedo imaginar que no lo hace a menudo. Si apareciese usted en el interior de una casa en este barrio tal y como lo ha hecho aquí, lo más probable es que le desplumaran con cartuchos para jabalíes. Si tiene un mensaje, divino o no, ¿por qué no lo deja en el buzón? O lo envía por teléfono, como hace todo el mundo. ¿No ha oído hablar de los SMS?

ARCÁNGEL: Vamos, señora, cálmese un momento, ¿de acuerdo? Si usted no me distrae, yo podré acabar mi trabajo y largarme a terminar la partida de ajedrez con Judas Tadeo que dejé a medias, y usted podrá volver a dormirse o a hacer lo que le plazca. Hágame el favor...

MARÍA: ¿Qué yo le distraigo? ¡Lo que hay que oír! De modo que al señor rarito le distraigo. Irrumpe en mi habitación a las tantas de la madrugada, me despierta con no sé qué historia de una anunciación divina y aún se molesta porque le interrumpo el discurso...

ARCÁNGEL: (Ignorando las quejas y con tono monótono de funcionario de correos) María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios.

MARíA: Escúcheme bien, si no se larga ahora mismo por donde ha venido, despertaré a mi marido para que lo arroje por la ventana, ¿está claro?

ARCÁNGEL: (Sacudiendo la cabeza) Así no hay manera. ¿No es capaz, simplemente, de escuchar dos minutos con la boca cerrada? Si usted no colabora un poco, esto es imposible.

MARíA: A ver si usted es capaz de entender esto: mañana tenemos que hacer inventario en el supermercado, ¿sabe lo que eso significa? Pues que nos quedaremos cuatro horas más en el trabajo, después de las ocho habituales soportando a personas tan insoportables como usted. Y eso por no hablar del trabajo al llegar a casa y de que el recibo de la luz venció hace dos días y no habrá dinero para pagarlo hasta la semana que viene, por lo que es muy posible que pasemos una semana a vela. Ni de que tengo que levantarme a las siete y media para coger un autobús a las ocho en punto. ¿Quiere dejarme en paz de una vez?

ARCÁNGEL: (Paralizado) ¿Quiere decir uno de esos autobuses llenos de personas con cara de psicópata frustrado y que huelen a colonia de mercadillo? ¡Qué horror! Eh... esto... perdón. Acabemos con esto de una vez ¿de acuerdo? (De pronto, recupera el tono solemne de su discurso, aunque ahora con evidentes prisas). Concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre. Y reinará en la casa de Jacob por siempre; y...

MARíA: ¡Eh, eh, pare el carro! ¿Pero que barbaridades está diciendo? ¿Pero cómo voy a concebir nada de nada? ¿Tiene usted idea de lo caro que resulta tener un hijo? Que una vez hecho, todo lo demás son gastos, oiga. Y el dinero apenas nos llega para el alquiler. Nos hemos mudado tres veces en el último año. Además, desde que José trabaja en la obra viene siempre deslomado y sólo tiene ganas de dormir... ¡Cómo para concebir estamos!

ARCÁNGEL: Si me escuchara cuando hablo... ¿No le acabo de decir que será hijo del Altísimo? ¿Está usted sorda o qué le pasa? El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra, por lo cual...

MARÍA: (Riéndose) ¿Pero que altísimo ni que enanísimo? ¿Quién me va a hacer sombra dice? ¡Ja, ja, ja! Tiene suerte de que José tenga el sueño tan profundo, si le hubiera escuchado ya estaría usted espachurrado contra la acera. Tener un hijo de un desconocido que ni siquiera se compromete a pasar una pensión alimenticia, y, por si fuera poco, para que cuando esté ya criado vengan unos salvajes y lo crucifiquen. Pero ¿se da cuenta de lo que dice, hombre? Sería más fácil venderle Gibraltar a la Reina de Inglaterra.

ARCÁNGEL: (A punto de derrumbarse) Oiga, señora, por favor... ¿no puede usted tomarse las cosas con un poco más de seriedad? Uno hace un esfuerzo grande dejando plantado a un buen rival en mitad de una interesante partida, recorre una distancia que usted ni siquiera puede concebir, tiene que esquivar aviones, líneas de alta tensión, antenas enormes sobre los tejados, y otras vicisitudes que no le voy a contar, para, al fin, tener que soportar que se rían de él. Tenga un poco de consideración. Esta situación comienza a ser ridícula.

MARÍA: (Sin poder parar de reír) Lo que es ridículo es que pretenda usted convencerme a estas horas de semejante estupidez. Es casi tan ridículo como sus leotardos.

ARCÁNGEL: ¿Qué tienen de malo mis... cómo los ha llamado? Es un uniforme Divino. Al menos a mí no me visten de azafata.

MARÍA: (Burlándose) Ay, sí, chica, es un uniforme diviiiino. Divino de la muerte, ya te digo, y resalta las curvas de ese cuerpo serrano (suelta una escandalosa carcajada y se tapa la cara con la almohada para no despertar a José).

ARCÁNGEL: (Hablando para sí mismo) Mira que le dije: «este pantalón me viene pequeño», pero nada, ni caso. A Él le quisiera yo ver haciendo anunciaciones con esta facha.

(María continúa riendo bajo la almohada. El Arcángel la mira más humillado que enfadado)

ARCÁNGEL: ¡Bueno! Ya está bien, ¿no?

MARíA: (Sentándose de nuevo, se seca las lágrimas con la mano, y hace esfuerzos por contenerse) ¡Ay! Perdón, perdón... hacía tiempo que no me reía así, creamé. Lo cierto es que su disfraz pudiera ser un éxito en el desfile del orgullo gay, pero para ir anunciando la venida del Mesias, pues... ¿qué quiere que le diga? No me parece muy adecuado.

ARCÁNGEL: Pues bien, lamento que le disguste mi atuendo y que le provoque tanta hilaridad. Ahora, si me hiciera usted un poco de caso, quisiera decirle, para terminar, que yo en su lugar me tomaría en serio lo que le he dicho. Elisabet, su parienta, esa que es llamada «la estéril», también ha concebido un hijo en su vejez. Porque ninguna cosa es imposible para Él.

MARíA: ¿Elisa? Pues claro. Su marido es concejal de no sé qué cosa importante, y no le faltan los chanchullos. Su chalé en la costa les salió regalado y cada mes son un poco más ricos. Pregúntele a Él si sabe cómo. Elisa no es una vieja, tiene treinta y cuatro años, y si no ha tenido hijos antes es porque tenía miedo de perder la línea y que su marido se largara con la secretaria. (De repente, mira el reloj de la mesilla) ¡Las tres de la madrugada! ¿Quiere largarse de una vez?

ARCÁNGEL: ¿Pero cómo puede ser tan tozuda? Es un hecho, señora: usted concebirá y dará a luz un niño de nombre Jesús. (Abatido) Que conste que yo ya he cumplido. Lo que haga a partir de ahora no me incumbe en absoluto.

MARíA: (Se pone en pie y se acerca al Arcángel, pasando el brazo por su espalda) Vamos, vamos, no se haga mala sangre. Usted ha hecho su trabajo y ya está. Muy bien. Ahora se puede ir por donde ha venido y regresar a su partida de ajedrez ¿de acuerdo? Y hágame caso, la próxima vez use el teléfono.

ARCÁNGEL: Si ya lo decía yo: ¿a quién se le ocurre repetir el experimento sabiendo como acabó el primero? Pero como a Él no se le discute nada, Él todo lo sabe, Él todo lo puede... pues nada, no hay manera. La próxima vez que venga Él en persona y se trabaje las citas como todo el mundo, ¡que ya está bien de hacer de Celestina!

MARíA: Diga usted que sí. Si hubiera venido en persona, habría sido un detalle por su parte, sin duda. Aunque le hubiera dicho que no igualmente. Al menos hasta que firmemos una hipoteca y tengamos empleo estable, lo de la descendencia no lo contemplamos. Dígale a Él que tal vez debería estudiar la posibilidad de una subvención divina para casos como este, seguro que le costaría menos encontrar candidatas. Y si la concepción pudiera estar a cargo de George Clooney en lugar del Espíritu ese, hasta castings iba a tener que hacer. Hala, ánimo, y buen viaje.

(El Arcángel sale con movimientos nada armoniosos por la ventana. Un ala se engancha en el marco y el Arcángel tira de ella para soltarse)

MARÍA: Y cuidado con las antenas.

(El ala se suelta y él desaparece por la ventana. Se oye un estruendo metálico seguido de un quejido. Después, unas voces anónimas. La habitación queda, como al principio, en penumbras, iluminada sólo por la luz de la pequeña lámpara de la mesilla.)

VOZ 1: ¿Qué ha sido eso?

VOZ 2: Ni idea. Tú sigue que aún queda mucha noche y los contenedores no se vacían solos.

VOZ 1: Me ha parecido oír algo dentro de la trituradora.

VOZ 2: Deberías dormir más, tienes alucinaciones. Arranca de una vez.

(María cierra la ventana y el ruido de la calle se amortigua de nuevo. José se despierta en ese momento.)

JOSÉ: ¿Qué haces?

MARíA: (Volviendo a la cama) Me he levantado a cerrar la ventana. Se ve que el aire la ha abierto.

JOSÉ: Es curioso; estaba soñando con un ángel que entraba por la ventana y nos traía grandes noticias. No recuerdo lo que decía, pero era alucinante. Con sus alas y su luz celestial y todo eso. Parecía tan real...

MARíA: (Acostándose de espaldas a él) Déjate de sueños y duérmete, que son más de las tres de la madrugada.

JOSÉ: (Bostezando y tumbándose en postura simétrica a la de ella) Sí... y mañana a las siete en pie... Vaya mierda de vida. ¡No podría tocarnos la lotería!

MARÍA: (Apaga la luz de la mesilla y se hace la oscuridad total. Antes de que diga nada se oyen de nuevo los ronquidos) Pues no estaría mal, no... ¡Eso sí que sería un milagro!



TELÓN

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaajaaaa!!! Muy buena la obra.

Hace tiempo que no pasaba por aquí, deberías haberme avisado porque merece la pena reir un rato.

Mira que eres versátil, escritor.



Anónimo dijo...

saludos y buen blog..



Anónimo dijo...

me quede a la mitad, ya lo termino despues, saludos



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